sábado, 22 de febrero de 2014

John Surman - "Saltash Bells"

El disco que traigo hoy es uno de esos que son bastante indefinibles. Bueno, el artista en general es indefinible. Es catalogado como Jazz, sobre todo en sus trabajos con grupo. El problema es cuando nos trae trabajos como este, donde el único participante es él.

John Surman, nacido el 30 de Agosto de 1944, es un saxofonista, clarinetista y compositor inglés.

Definir el estilo de Surman es un tanto difícil. Su música claramente parte del Jazz. Por un lado, porque en sus discos con grupo el lenguaje e interacción van por ese lado. Su estilo y sonido claramente forma parte del denominado Jazz de cámara, un estilo que es representado principalmente por el sello al que pertenece este artista, ECM. Surman es, junto a Oregon, Ralph Towner, Eberhard Weber, Jan Garbarek, gran parte del trabajo de Keith Jarrett, entre otros, uno de los mayores exponentes de este estilo, caracterizado por composiciones con grandes influencias de música de cámara, folclore europeo, sobre todo inglés, incluyendo siempre la interacción de improvisación del Jazz.

Yo siempre sostengo que no importa el estilo musical que a uno le guste, uno puede ser objetivo y saber dar una buena opinión. No importa si su instrumentista preferido es de Rock o lo que sea, los mejores son SIEMPRE los de Jazz. Lo demás está entre en algo subjetivo y emocional. Pero la capacidad melódica, armónica e improvisatoria que tienen los artistas de Jazz es inigualable. Y obviamente Surman es uno de ellos sin lugar a dudas.

Es que, en mi opinión, Surman es uno de los mejores y más interesantes saxofonistas que se ha podido escuchar. No solo tiene una técnica y capacidad melódica impresionante, sino que tiene un estilo musical y forma de tocar muy personal, tiene su propio sonido. Uno lo escucha y al instante se da cuenta que es él. Yo creo que eso es lo que diferencia entre un buen instrumentista y un buen músico, cuando uno llego al punto que tiene un sonido propio, su propia voz.

Sin embargo, cuando entramos en sus trabajos solista, el lenguaje musical, aunque sigue partiendo del Jazz, incluye tantas otras cosas que ya no es posible catalogarlo como este estilo en su sentido más puro.

En estos, el instrumental es siempre saxo barítono y soprano, clarinete bajo y teclados, sumándose en ocasiones un clarinete alto o algún otro instrumento de viento. Todos estos son tocados por Surman. Los teclados siempre sirven como acompañamiento, dejando la verdadera magia para los instrumentos de viento.

En estos discos solista podemos encontrar siempre 3 tipos de temas.

Por un lado tenemos algunos con instrumento solista: una melodía sin acompañamiento, en momentos improvisada, en momentos compuesta.

Luego tenemos aquellos que usan, por lo general, varios de un mismo instrumento, haciendo gran juego con el timbre idéntico o parecido y así creando una polifonía polirrítmica que crea nuevas líneas melódicas por la mezcla de las originales. Estas composiciones carecen de improvisación y son minuciosamente compuestas. En varios casos son tocadas por un solo instrumento, estando éste conectado a un delay (un pedal que, luego de tocar una nota, la repite X veces con un intervalo temporal y de altura X) y así pareciendo que hay más de un instrumento, lo cual le permite jugar con la polifonía y polirritmia de otra manera.

Finalmente tenemos aquellas en donde hay una base instrumental, generalmente hecha por los teclados y en algunos casos algún instrumento de viento más, y Surman elige un instrumento de viento en el cual improvisará. Este es el caso donde más se acerca al Jazz. Claro, no es el lenguaje de Jazz más clásico, de ninguna manera. No nos vamos a encontrar con un Bebop, de ninguna manera. Pero es la improvisación y la comunicación entre las diferentes partes instrumentales que lo acercan. Es que como todos los lenguajes, a medida que pasa el tiempo, se va diversificando y se aleja de su origen, pero mantiene su esencia.

De estos discos solista, el más interesante y que más recomiendo es “Road to Saint Ives” de 1990. Es más, fue uno de los tantos que incluí en la lista de discos que recomiendo: http://hoboblues2013.blogspot.com/2013/12/117-artistas117-albumes.html
Aquí comparto con ustedes los 2 temas más interesantes de este disco, que a su vez deben ser de los más interesantes de toda la discografía de este artista. “Trethevy Quiot”: https://www.youtube.com/watch?v=0w-TVT6i5dw . "Perranporth": https://www.youtube.com/watch?v=dHDQEONh_Dk

El disco que presento en esta ocasión, “Saltash Bells”, lanzado en el 2012 (aunque fue grabado en el 2009), es el 7mo álbum de esta índole.

“Saltash Bells” se originó como una colaboración con el fotógrafo y cineasta Odd Geir Sæther, quien iba a hacer una especie de documental sobre el suroeste de Inglaterra. Luego de que fallara la producción de esta filmación, Surman decidió seguir trabajando en el álbum por su cuenta.

La música que se presenta en este disco no difiere en absoluto a lo que presentan los demás discos solista. Surman tiene varias facetas. Y su constante aporte a cada una hace que se vuelvan cada vez más ricas. Este álbum es un aporte más a ese mundo que ha creado con sus discos solista. Es un aporte más a ese incasable trabajo compositivo con este enfoque.

Estos discos son muy personales y particulares. Tienen la virtud de ser compuestas minuciosamente, con varios arreglos, sobre todo en aquellas que parecen ser hasta escritas. El lenguaje recuerda al Jazz, pero las influencias de música clásica de cámara y folclore inglés lo transforman en algo sumamente original.

El virtuosismo técnico es sorprendente, pero como es la gran virtud de todo instrumentista de Jazz, este no quita en absoluto la capacidad melódica de las líneas improvisadas. Por ejemplo, hay guitarristas de Heavy Metal que tocan a 1000 km/h, pero melódicamente no logran nada. Son un montón de notas tocadas a enorme velocidad. Si lo que uno busca es eso, virtuosismo, entonces está perfecto. Luego tenemos otros, como el querido Neil Young, que carecen totalmente de una gran técnica, pero tienen una capacidad de crear melodías que es inigualable. Para mí el punto máximo es cuando ambas 2 se unen: un virtuosismo técnico que lo deja a uno con la boca abierta, como si sacarán trucos y trucos de magia de un sombrero, pero que a su vez la capacidad de crear melodías es tan increíble que uno las puede cantar. No importa que sean super veloces y complejas, uno puede recordarlas.
 
John Surman es uno de estos últimos. Es que por el lado técnico, sus instrumentos se lo permiten, ya que el saxo y sobre todo el clarinete son los instrumentos con los que se puede llegar a una velocidad más alta. Son los instrumentos más versátiles desde este punto de vista. Y como son instrumentos melódicos por excelencia, ya que obviamente no pueden hacer acordes, o al menos no con la técnica tradicional, la parte melódica puede ser desarrollada al máximo. Y bueno, un hombre que ha tocado con grandes como John McLaughlin, Terje Rypdal, Jack DeJohnette, Dave Holland, Kenny Wheeler, Paul Bley, Gary Peacock, Tony Levin y John Abercrombie, entre otros, no es un hombre cualquiera.

Lo que se presenta en estos discos es una música muy paisajística, donde lo que se intenta es crear un escenario natural donde los diferentes instrumentos serían los sonidos del mismo. Sin ir más lejos, el mismo Surman menciona esto y los títulos de los diferentes temas, en su mayoría, son nombres de lugares geográficos. En cierto modo, lo que Surman intenta es plasmar musicalmente lo que le transmiten esos lugares, algo que poéticamente puede ser muy atractivo, pero que objetivamente no cambia nada, ya que, como siempre digo, esto se trata de algo totalmente subjetivo que puede obtener significado en uno si comparte la misma clase de símbolos que Surman, o en muchos casos, que usan símbolos más usados, los que la sociedad ha creado. A lo que voy es que ninguna música suena a la pradera, o a las montañas, o a la ciudad, o a un río. Son asociaciones, muchas por tradición, muchas por sinestesia, y otras muchas porque el título o descripción nos inducen a ello. Siendo objetivos, “Blowing in the Wind” de Bob Dylan suena tanto al campo como “Master of Puppets” de Metallica. Es más, tal vez es más pobre lograr esto si la idea es partir de estos símbolos, porque es simplemente tomarlos, componer en base a ellos y listo, uno es un compositor que “logra” recordar a ciertos paisajes con su música. Cualquiera puede hablar de amor usando la palabra “amor”. La magia está cuando uno no nombra el objeto.

El disco empieza con la melancólica “Whistman’s Wood”. Con una base constituida por un saxo barítono haciendo unas notas que van con cada cambio de acorde y unos sintetizadores con delay con un sonido de videojuego como el Super Mario Galaxy, la melodía es primero llevada por un clarinete bajo, luego cambian roles entre este y el saxo, y lo cierra un saxo soprano con una base en un volumen bastante más bajo. El tema, estructuralmente, es de aquellos cercanos al Jazz, por su progresión cíclica de acordes, la improvisación y la alternancia entre instrumentos para hacer sus respectivos solos.

“Glass Flower” es un tema para clarinete solista. También con un aire melancólico, aquí nos encontramos con un ambiente más desolado y contemplativo, en gran parte por el vacío que se produce por ser un instrumento monódico solista, pero sobre todo por la melodía de notas largas y silencios entre medio. La estructura es de “puente”, ya que empezamos con una melodía más lentas que de a poco va volviéndose más rápida, al punto de llegar a ser algo muy rítmico donde hay una simulación de 2 voces por los saltos repentinos del agudo al grave, volviendo finalmente a la lentitud del principio. De haber improvisación, esta no es muy evidente y sin duda debe ser muy restringida.

“On Staddon Heights” es la aventurera del disco. Estructuralmente se acerca a una pieza del Minimalismo de los ’60 y ’70, ya que se trata de una base modal de 2 acordes en la que de a poco se van agregando pequeñísimos detalles que le van dando más energía y tamaño, todo esto mientras que Surman improvisa libremente con su saxo soprano sobre estos 2 acordes . Es que Surman sin duda tiene influencias de este lenguaje musical, y  en especial al de Terry Riley, uno de los 4 pilares del Minimalismo junto a La Monte Young, Steve Reich y Philip Glass, quien ya por fines de los ’60 creaba una música de este estilo, una base repetitiva de sintetizadores donde él libremente improvisaba . A esta base creada por Surman se le van sumando percusión y un clarinete bajo cuya función es similar a la de un contrabajo en un Jazz de esta índole, además de otros detalles por parte de los sintetizadores.

“Triadichorum” empieza con 2 saxos moviéndose homófonamente (o sea, moviéndose simultáneamente y en una misma dirección) siempre a intervalo de 5ta justa (los intervalos siempre son la distancia entre una nota y otra. En este caso, se dice “de 5tas” porque entre el saxo más grave y el más agudo hay 7 semitonos, el equivalente a una 5ta justa. De tocar el saxo grave un Do, sonará un Sol más agudo por parte del otro saxo, ya que es la 5ta nota a partir del Do. De ser un Mi, será Si, y así con los demás casos.) Lo que sucede gracias a esto es una sola voz conformada por acordes incompletos, logrando así una melodía más rica e impredecible que de haber sido hecha por un solo saxo. Claro, esta melodía luego se repite una y otra vez, de forma que la impredecibilidad se va perdiendo, aunque no tanto por tratarse de una melodía bastante larga. Inteligentemente, Surman se da cuenta de que la melodía repetida, para el oído, se va transformando en una base ideal para improvisar, lo cual hace con otro saxo.

De “Winter Elegy” no hay mucho para decir ya que se trata de otra con una base electrónica donde Surman improvisa. Lo que cambia es el ambiente que se genera, con un aire mucho más alegre y amistoso, pero aun así bastante contemplativo. Aquí la base de sintetizadores y clarinete bajo es igual en todo el transcurso de la pieza. Sí vale decir que aquí se encuentra la mejor improvisación de todo el disco, llegando a un nivel técnico increíble donde las melodías cantables se vuelven más claras que en ningún otro momento del disco. Vale destacar la capacidad para llegar a unos agudos extremos en el saxo soprano.

“Ælfwin" nos trae otra pieza solista, esta vez con un saxo. Aquí el ambiente se encuentra en constante cambio. Mucho más movida e interesante desde un punto de vista armónico, aquí no se produce un vacío musical más allá de la falta de instrumentos (falta en comparación a los demás temas). El movimiento melódico del saxo es tan impredecible que podría empezar o terminar en cualquier momento. De haber sido una pieza clásica de la primera mitad del siglo XX, habría tenido un enorme valor. Hoy en día no por usar un lenguaje que poca innovación puede tener a esta altura.

“Saltash Bells” es una meditación de 10 minutos. Mientras que los sintetizadores hacen sonidos reminiscentes a campanas y además una nota pedal super grave, lo cual hace que la pieza logre ese estatismo, las participaciones de los vientos siempre van en dúo, 2 clarinetes, 2 saxos. Estas en casi ningún momento son de un carácter melódico tradicional. Se trata más de un entrelazado de ataques entre esos dúos donde no importa tanto lo que hace cada uno, sino la suma total, la suma de ataques. Es claramente una especie de paisaje sonoro donde se juega con la melodía indistinguible y la de carácter más tradicional.

“Dark Reflections” es la gema del disco. En este caso nos encontramos con una composición al estilo tradicional. Acá claramente todo lo que se escucha está previamente compuesto. Se trata de una pieza solista, saxo soprano solo. Sin embargo, lo que este toca es pasado por un delay cuyas respuestas son emitidas a intervalos de 0,33 segundos y a una distancia de 4ta descendente, o sea, si se toca un Do, suena un Sol más grave. Por un lado, la melodía es atonal, moviéndose libremente por el registro del instrumento, y con este agregado, lo que se escucha no solo se vuelve más rico, sino más complejo y deforme. Pero a su vez, debido a este delay, se forma un motivo rítmico inevitable. Lo que toca Surman ya es muy rítmico de por sí, pero el ritmo resultante, el ritmo de la pieza, termina siendo la suma de lo tocado con su respectiva respuesta. Es una pieza muy lúdica que en momentos puede recordar mucho a composiciones de Igor Stravinsky.

“The Crooked Inn” es un dúo de saxo barítono y soprano. Mientras que el primero, pasado por un delay pero con un volumen tan bajo que termina siendo más bien un detalle tímbrico y no un juego como en la anterior, hace una línea acompañante con un ritmo de marcha muy alegre, el soprano se dedica a dar la línea principal con un motivo que se usa a lo largo de la canción como punto de partida para improvisar. Es una canción muy infantil.

El disco cierra con “Sailing Westwards”, nuevamente con una base hecha por sintetizadores y clarinete bajo, pero esta vez se le une una armónica que sin duda logra darle un toque diferente a las demás. La ilusión de movimiento en esta no se da por la parte de la armonía, ya que la canción está eternamente en el mismo acorde, sino por el movimiento melódico de los diferentes instrumentos. Esta vez Surman elije solamente el saxo soprano para improvisar. Nos encontramos nuevamente con algo al estilo de Terry Riley, pero esta se encuentra muy cercana al Jazz, y gracias a esta combinación, más la inclusión de la armónica, recuerda mucho a algunas de las últimas grabaciones de Pat Metheny, sobre todo a “Orchestrion” y su obra maestra “The Way Up” junto a su querido Pat Metheny Group, donde Gregoire Maret toca incansablemente una armónica.

“Saltash Bells” cuenta con la cualidad de ser un disco super minucioso y en momentos complejo, pero super accesible a la vez. Sin embargo no es un disco para cualquiera. Es Jazz, pero a su vez no lo es. Lo es estructuralmente, pero musicalmente está bastante alejado. Y bueno, como he dicho, en momentos está más cercano (o más bien lo es) a una pieza clásica del siglo XX que a un tema de Jazz.

Sin embargo, ¿a quién le interesa qué es? Es música. Se escucha y si gusta, excelente. Con la alta evolución musical que ha habido en la historia, sobre todo en el siglo XX y sobre todo en la 2da mitad del mismo para la música popular, el pretender de que algo se mantenga dentro de los mismos límites no solo es ingenuo, sino de un conservadurismo inepto, innecesario y hasta soberbio. La música avanza, por suerte. Y cuantas más propuestas haya, mejor. Es Jazz. Si claro, no es Charlie Parker, no es Thelonious Monk, mucho menos Duke Ellington. Pero es Jazz. Es una rama producto de otra serie de ramas, pero la base está ahí. Además, y por sobre todo, Surman es un músico de Jazz. Cualquiera agarra alguno de sus discos con grupo y no hay forma que diga que no es Jazz. Lo importante es saber su procedencia: inglesa, o sea, europea. Entonces si somos más específicos y a su vez abarcativos, diríamos que es Jazz europeo. Eso es algo que existe, es algo aceptado por todos los expertos en Jazz y es hasta bienvenido por los grandes del Jazz americano. Sin ir más lejos, Keith Jarrett tuvo lo que se conoció como “el cuarteto europeo de Jarrett”, donde, salvo por él, todos eran europeos y el lenguaje obviamente se alejaba en gran parte del de procedencia estadounidense.

“Saltash Bells”, junto a los demás de Surman solita, es un excelente ejemplo de hasta donde se puede llevar el trabajo con solo una cabeza participando en absolutamente todo. Es una música bastante particular y rica que seguro tiene algo para aportarle a todo aquel que la escuche. Y nuevamente demuestra que Surman lleva siempre al máximo todo enfoque musical, tanto la composición como la improvisación.





Antes que el disco, les dejo aquí un increíble concierto solista de John Surman en el 2013: https://www.youtube.com/watch?v=Ix0I_--aork

Aquí les dejo todos menos 2 temas del disco:








HASTA LA PRÓXIMA


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